Un silencio solo roto para amar
Viernes – Autor: José Luís Andavert | Marcos 14. 53-72; Marcos 15.1-47
¡Cuántas veces el silencio es más elocuente que las palabras!
Sí, Jesús callaba y nada respondía (14,61; 15,5). Esto ponía nerviosos a los judíos que le acusaban y maravillaba a Pilato. Y es que Jesús ya lo había dicho todo: su vida toda, sus palabras, sus hechos, hablaban por si solos de quién era y qué perseguía ese Jesús, incómodo para el status quo de la sociedad de su tiempo. Sí, incómodo para los religiosos, y también para el poder establecido; tanto para el “poder” judío, como para el poder romano. Pero ya estaba todo dicho y solo quedaba esperar el desenlace final. Y es que vivir el Reino de Dios tiene consecuencias para la vida. La obediencia perfecta de Jesús le llevó a la Cruz al entrar en conflicto con su tiempo por vivir la verdad del Reino. Pero el Padre dijo Sí y lo levantó de los muertos vindicando la vida de su Hijo amado.
Del mismo modo, nosotros somos llamados a vivir la verdad del Reino y tomar la cruz cada día en la esperanza de vivir en la vindicación de Jesús. Es la gratuidad de la salvación, pues por gracia somos salvos, que tiene como costo la genuinidad de vivir el evangelio, aún en conflicto con los valores de este mundo. Y en esa cruz hay vida. En el cielo hubo luto, sí, el velo se rasgó, y con ello se abrió el camino de nuestra salvación. Dios habló desde la cruz y rompió el silencio de Jesús, un silencio solo roto para amar.
Oración: Señor, ayúdame a tomar la cruz cada día, y a vivir en los valores del Reino en este mundo, cueste lo que cueste, como lo hizo Jesús.
Su muerte abrió el camino de la salvación.
¡En la cruz hay vida!