La purificación del templo
Autor: Lunes – Autor: Julio Pérez | Marcos 11. 12-19; Mateo 21.12-16; Lucas 19.45-46
Tanto en la escena previa de la maldición de la higuera como en este relato de Jesús expulsando a los cambistas del templo, vemos como nunca antes al Jesús juicioso sentenciando primero a la higuera improductiva e inmediatamente purificando el templo de los mercaderes de la religión.
Este rasgo de ira santa del Maestro de Galilea volcando las mesas y sillas de los negociantes nos resulta sorprendente, a la vez que desconocido, en contraste con el humilde Jesús aclamado con hosannas por la multitud, pocos minutos antes de realizar su aparición en el templo.
Cuando Cristo observa el espectáculo del mercadeo religioso en el mismo vestíbulo de la casa de Dios, su santo celo se enciende en ira contra la codicia y la perversión de los traficantes del sentimiento religioso, mientras poco después “… les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: ‘mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones’? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Marcos 11.17, RVR60).
Es significativo que el templo, como punto de encuentro con Dios y símbolo primordial de la vida religiosa de Israel, es el protagonista de importantes alusiones por parte de los narradores bíblicos y del mismo Jesús.
«Después de esto, todo se centra en el templo», según nos relata el mismo evangelista Marcos:
Jesús limpiará el templo (11.15-17),
Enseñará en el templo (11.18; 12.35; 14.49),
Se defenderá de los ataques en el templo (11.27; 12.41),
Alabará a un escriba por comprender que el amor importa más que la observación ritual en el templo (12.28-34)
Y predecirá su destrucción (13.1-8).
Sus enemigos le acusarán de planear la destrucción del templo (14.57-58).
Al morir, el velo será rasgado en dos de arriba abajo (15.38).
Después de tres días, el templo de su cuerpo será restaurado a la vida (16.1-8).
Sin duda alguna, esta sorprendente acción del Maestro nos habla del celo de su santidad por la casa de Dios, y esta aplicación es perfectamente transferible a la nueva casa de Dios, que es la Iglesia en el mundo, y a nuestros mismos cuerpos como templos de Dios en este tiempo (1ª Corintios 6.19-20).
Esta bendita revelación nos llena de admiración y, a su vez, de un santo temor por reverenciar la presencia del Señor entre nosotros y aun en nuestras propias vidas.
Oración: Señor Jesús, te presento mi vida, mi templo. Ayúdame a vivir en santidad, a caminar como a ti te agrada.
Vivir en santidad es evidencia de que ¡en la cruz hay vida!