El 26 de abril de 1562 se celebró un auto de fe en Sevilla por la Inquisición Católica en el que fue quemada una imagen de Casiodoro de Reina. Sus obras fueron incluidas en el llamado «Índice de los Libros Prohibidos» (Index Librorum Prohibitorum) y fue declarado «heresiarca» (jefe de herejes).
Espíritu libre y sensible tuvo que pasar por innumerables trances para sobrevivir en aquel mundo de sospecha constante, de desconfianza generalizada del otro por cuestiones doctrinales. Aun así, Casiodoro fue capaz, en solo diez años, y por su propia cuenta, en un ambiente hostil, de dar a luz una versión de Biblia que es todo un logro de la literatura religiosa.
En 1569 se publicaban en Basilea (Suiza), por el impresor Thomas Guarín, 2 600 ejemplares de la primera Biblia traducida al castellano.
En 1596, dos años después de su muerte, se había agotado la primera edición de su obra. Para el traductor, la Biblia del Oso era poner la palabra de Dios en manos de los lectores castellanos, en la creencia de que ello transformaría a los creyentes y al país. También era un modo de liberar a las almas de la tiranía de una Iglesia corrupta y favorecer la restauración de una Iglesia cristiana partiendo de sus miembros.
Para los lectores, la Biblia del Oso o la más conocida Biblia Reina-Valera supuso un hito, no solo por ser la primera versión en castellano de la Biblia sino por establecer unos cánones lingüísticos avalados por el reformismo español desde el siglo XVI. La obra no solo es protagonista de un hecho religioso sino de un episodio de la Historia de la Cultura Hispana y por ello Universal.
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