EN LA CRUZ HAY VIDA
«Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo». Marcos 15. 37-38
Viernes 19 de marzo de 2019
Pasaje bíblico: Marcos 15: 6-47
Autor: Luis Fajardo
Los que oyen las palabras de Jesús, creen escucharle llamando a Elías, en lo que parece ser, aunque está débilmente atestiguado previamente, la convicción de que Elías vendría a rescatar y restaurar todas las cosas (9:12, 13), aunque Jesús daba a Elías como ya presente en la figura de Juan el Bautista, por lo que no regresa Elías para librar a Jesús de la cruz sino para precederle en su sufrimiento y muerte.
Existe en el pasaje una percepción creciente de fracaso que inunda el texto, desde la falsa acusación de Jesús por los líderes religiosos (14:55, 56; 15:3), pasando por la tortura por parte de los soldados (cf. 14:65; 15:19), el rechazo de la gente (cf. 15:13, 14; 29–32), su abandono de todos (cf. 14:50) y sensación de abandono divino (cf. 15:34), culminando con su crucifixión y muerte. Pero lo cierto es que todo este sufrimiento es la tribulación que precede a la victoria de Dios.
La muerte de Jesús aparece señalada por un hecho milagroso, de gran simbolismo. Con el último suspiro de Jesús, el velo del templo se rasga, como señal de victoria. Jesús está destruyendo simbólicamente el templo (13:2), señalando así su superioridad sobre este y la nueva realidad que habrá de comenzar en Él tras su resurrección. Ya no será el templo el que defina la identidad del pueblo de Dios sino Jesús.
Aquel velo que servía para marcar la separación entre los lugares santo y santísimo del templo (Éxo. 26:33, Heb. 10:19, 20), ha sido rasgado en dos y ahora ya no hay separación entre Dios y el pueblo, entre Dios y las naciones. Ahora Dios se ha hecho accesible en Jesús, el Hijo de Dios. La gloria de Dios ha dejado de estar oculta tras una cortina y se hace accesible a todos en Jesús.
A pesar de las apariencias el último grito de Jesús en la cruz debe interpretarse como un grito de victoria, de cumplimiento, y no de derrota o fracaso, y esto se hace también evidente en las palabras del centurión que está junto a la cruz.
Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
Sus palabras sirven de resumen de lo que ahí se ha representado, la muerte del Hijo de Dios.El centurión no entiende que la muerte niegue la divinidad de Jesús sino que le convence de lo contrario.
Mientras que para unos, la debilidad, sufrimiento y muerte en la cruz de Jesús no son más que evidencia de su falta de poder e incapacidad para salvarse, para otros, su muerte es la evidencia suprema de que es Dios quien está detrás de todo cuanto ha sucedido y, por tanto, no hay lugar para la duda de que el propósito divino se ha cumplido.
Oración
Señor al leer estos pasajes que nos narran la pasión y muerte de Jesús, deseamos confirmar más nuestra débil fe. Verdaderamente es asombroso e incomprensible en más de un sentido esta maravillosa obra que tú has llevado a cabo para redimirnos. Gracias Señor.