La Biblia, Dios hablando a mi vida.
Fue un día de abril del año 1972. Había quedado con mi novia, Tere en la estación de metro de la Puerta de Toledo en Madrid. Al vernos me comentó con gran alegría que en la estación de La Latina, se había encontrado con un amigo mío de la infancia. Alegrándome con ella, nos dispusimos a subir la calle de Toledo en dirección a Plaza Mayor. Cuál fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos de nuevo con mi amigo, al que hacía mucho tiempo que no veía.
Abrazos, saludos, buenos recuerdos… Nos dijo que se dirigía a una iglesia en la calle de Calatrava. Le acompañamos. Nos sorprendió ver que entraba en la iglesia protestante de nuestro barrio, esa iglesia a la que nos daba miedo pasar, porque, según se decía: “aquí solo entran quienes no creen la virgen María”.
¡Cómo íbamos a entrar allí…!, ¡pues lo hicimos! Pasamos y ese mismo día entregamos nuestras vidas a Jesús. Al acabar el servicio religioso, mi amigo me regaló un Nuevo Testamento de la traducción Dios Habla Hoy.
Al principio me parecía un libro más, ya habíamos oído hablar del NT en la misa que frecuentábamos mi novia y yo, eran nuestros tiempos de buenos religiosos. Sin embargo, empecé a apreciar aquel Nuevo Testamento esa misma noche, cuando llegué a casa, en mi soledad comencé a leerlo. ¡Dios mío, qué bendición! Fue como si la misma divinidad hubiese descendido a mi pequeña habitación y me estuviese hablando personalmente. No podía dejar de leerlo, fue el maravilloso encuentro con un Dios personal a través de Su propia palabra, el Nuevo Testamento, La Biblia. Creo que nunca un regalo me había hecho tan feliz.
Desde entonces su lectura fue cambiando mi vida. La Biblia, la Palabra del Dios vivo hablándome a mi, el Dios todopoderoso hablando con una de sus criaturas, conmigo mismo. La Biblia tomó parte en mis decisiones posteriores, en mi llamado al servicio de Dios, en mi matrimonio con Tere. La Biblia marcaría el resto de mi vida.
Dios nunca ha dejado de hablarme a través de ella, la Palabra. Cuantas más veces la leo, Dios más me sorprende. La uso para mi devoción diaria, para ayudar a otros en mi ministerio, para aconsejar, y sobre todo, la utilizo en el maravilloso ejercicio del don de la predicación, tratando con toda humildad de transmitir a mis hermanos de la congregación en la que el Señor me dio el privilegio de pastorear, el buen consejo de Dios a través de Su palabra. A Dios sea la gloria.
Manuel Álvarez, pastor de la Iglesia Evangélica Casa de Dios.
[18/09/2016]