devocional

“No os amoldéis a los criterios de este mundo; al contrario, dejaos transformar y renovad vuestro interior de tal manera que sepáis apreciar lo que Dios quiere, es decir, lo bueno, lo que le es grato, lo perfecto.” (Romanos 12:2 BLP)

La carta a los Romanos es una de las más interesantes y profundas de las Escrituras. El Apóstol Pablo trata temas de vital importancia para la Iglesia en general y el creyente en particular. 

En este texto el creyente es instruido para que los criterios y las diferentes tendencias y modas que hay fuera de la Iglesia, no se impongan en la forma de pensar y en los principios de los creyentes. 

Las diferentes corrientes de pensamiento que han habido a lo largo de la historia han influenciado en mayor o menor medida la forma en la que la Iglesia se ha relacionado con el mundo, y esto es bueno ya que la Iglesia no puede dejar de relacionarse con el mundo, recordar las palabras de Jesús “no quiero que los saques del mundo, sino que los protejas del mundo”. Lo peligroso es cuando ciertas líneas de pensamiento pretenden transformar las enseñanzas del evangelio, y no hablo de cuestiones culturales, sino de principios esenciales del evangelio. 

En los últimos tiempos, se ha observado una tendencia en algunos sectores a adoptar actitudes menos tolerantes hacia la diversidad, ya sea en términos de nacionalidad, pensamiento o comportamiento. Esta inclinación también se ha reflejado en ciertos ámbitos religiosos, donde se ha desviado del énfasis en la promoción del amor de Jesús para adoptar posturas acusatorias y condenatorias hacia aquellos que no comparten las mismas creencias.

El Señor nos muestra claramente en su Palabra qué cosas debemos creer y practicar. Y el gran mandamiento está arriba de la lista. Todo lo que contradiga el mandato de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, es a lo que no debemos amoldarnos ni aceptar. Muchas otras cosas las podemos debatir, pero este principio, este mandamiento, es innegociable. 

Sigamos buscando cada día lo que es grato, perfecto y bueno a los ojos del Señor. 

Que Dios nos bendiga siempre.

Juan Triviño.

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