El sepulcro sellado
Sábado – Autor: Samuel Escobar | Mateo 27. 62-66; Lucas 23.56
El cuerpo inánime de Jesús ha sido colocado en una tumba nueva. Un valiente discípulo llamado José de Arimatea ha pedido el privilegio de darle sepultura. Mateo, quien nos narra la historia, quiere que entendamos que Jesús ha muerto de verdad, no se trata de un desmayo. Más aún, los enemigos de Jesús que habían maquinado el proceso de su ejecución querían asegurarse de que estaba muerto de verdad. Como si temieran que el anuncio de Jesús de que resucitaría de entre los muertos fuese a cumplirse de alguna manera. Así que convencen a Pilato de que selle la tumba y ejerza vigilancia sobre ella. Había que asegurarse de que ese profeta que los inquietaba tanto estuviese muerto y bien muerto: el sepulcro sellado y vigilado.
También los discípulos de Jesús comprueban su muerte y esas mujeres valientes y consagradas que le habían seguido desde Galilea, le seguirían hasta el fin. Habían provisto para Jesús en vida, de su propio peculio (Lc 8:1-3), y ahora querían proveer también las drogas y perfumes con que se acostumbraba sepultar dignamente a los muertos, pero como eran piadosas tenían que esperar al tercer día.
Oración: Gracias, Señor Jesús, porque fuiste hasta la muerte y la venciste por nosotros. Te alabamos y pedimos nos des la valentía de seguirte con todo lo que somos y tenemos. Danos valor, Señor.
La muerte de Jesús era necesaria para la resurrección.
¡En la cruz hay vida!